Páginas

jueves, 14 de julio de 2016

Manifestaciones de una conciencia no tan tranquila.

Sé que está en mis desvelos, qué vendrá sí estoy solo y no me hará sentir acompañado. No parece estar buscando un amigo con quien jugar, ni se asemeja demasiado a las de su tipo, es más bien una antropomorfización. Solía motivarme su ausencia y preocuparme su presencia. Pero esté ultimo tiempo me fui acostumbrando a su existencia, si es que así pueda expresar su confusa compañía. La ultima vez que al vi, la salude con una mueca cansada, esa vez su presencia no me entristecía, ya estaba triste, ya me sentía solo.
Pasan las horas, pasan los días, y él tamborilea en mi cabeza. Haga lo que haga no se cansa, le pido que se vaya, lo maldigo y lo insulto, pero él tamborilea en mi cabeza. No puedo escribir, no puedo jugar, me cuesta hablar, ni pensar sin su absurda interrupción. Es cómo el típico pájaro madrugador que te recibe o te despierta tras una noche que promete resaca.
Desorientado en un ambiente neblinoso, apenas distinguiendo lo que veo, los ojos al borde del llanto y la garganta ennudecida, como cuando chico se hace algo malo, y no entristece el castigo próximo, sino la decepción a esa persona que tanto confía en nosotros. ¿Es un niño? ¿Por qué me mira? ¿Por qué me miras? ¿Por qué tan lejos? ¿Y ahora qué hice? Pensé, mientras él solo me miraba.
Las noches largas, los días, ¿es de día? Solo distingo ese ambiente gris de luz artificial, ¿hará mucho que no salgo? El reflejo no me ve, y yo a él tampoco, ¿Quién se cree qué es para hacerme sentir así? No sé cuando llegue a ésto, a no ser ni la mitad de lo que era, o de lo que podría ser.
Cansado de estar cansado, pesan los parpados, me suele costar pensar,  llegue incluso a apenas sostener la mandíbula, -Quiero dormir -me dije, y entonces lo escuche. -Te estás exigiendo mucho, seguís siendo un niño no te mortifiques, ahora descansa, -dijo con mucha dulzura. ¿Cuándo apareció a mi lado? No sabría decirlo, me sentí aliviado.
Se acercó, llevaba una mirada astuta, un aire altanero y una sonrisa fija, se lo veía joven como cualquier adolescente. -¿Acaso, olvidaste quien soy? -dijo, y se echó a reir.
Solía ser un poco distinto, no demasiado como para perder el hilo, pero lo suficiente como para notarlo. Más confiado, con ese toque sarcástico, es algo que creo que perdí, ahora no le veo mucho sentido. Pero no puedo negar que extraño esa seguridad, ese atrevimiento de hacerlo porque sí.
Mi memoria me permite reconocer tan solo un poco y mi narrar atrapado al afán  de respetar su dictar, y ni un poco más, aquí les dejo una oveja que no es compañera, un pájaro idiota que nunca se cansa, un niño que me mira y me incomoda, un  hombre viejo que me trata con dulzura y un adolescente que se ríe.
Me acompaña, me molesta, ¡yo no soy malvado!, quizá me exija mucho, quizá me esté riendo poco.